jueves, 28 de mayo de 2015

El mejor personaje de Hemingway

Si existiera una máquina del tiempo que no alterara la historia, me encantaría conocer a Ernest Hemingway. El autor de Por quién doblas las campanas o El viejo y el mar fue sin duda un ser inolvidable. Ya no por sus novelas, que también, pues para mí es uno de los mejores cuentistas que ha tenido la literatura.

Un hombre rudo, imponente, con ideas fijas y viril fue lo que siempre quiso vender. Y es que muchos dicen que Hemingway fue su mejor personaje en la vida real. Dicen los estudiosos que utilizaba sus personajes de ficción, como  Harry Street en Las Nieves del Klimanjaro, para crear su forma de ser. Sin embargo, parece que detrás de este personaje había un hombre inseguro y ante todo, sensible.

Vale la pena destacar un cuento suyo llamado Diez Indios que ha caído casi en el olvido. Con su prosa fácil y amena, Hemingway nos muestra su lado más sensible a través de un personaje llamado Nick. Enamorado de una india con el nombre de Prudence, a Nick se le rompe el corazón al enterarse que coquetea con otro chico.

"–¿Quieres un poco más? –Su padre cogió el cuchillo para cortar más tarta.
–No –dijo Nick.
–Es mejor que te comas otro trozo.
–No, no quiero más.
Su padre quitó la mesa.
–¿En qué parte del bosque estaban? –preguntón Nick.
–Detrás del campamento. –Nick miró su plato. Su padre dijo–: Es mejor que te vayas a la cama, Nick.
–Está bien.
   Nick entró en su habitación, se desvistió y se metió en la cama.
Oyó que su padre deambulaba por la sala. Nick se quedó echado con la cara en al almohadón.
   Me han roto el corazón, se dijo. Si me siento así es que me han roto el corazón.

Al cabo de un rato oyó que su padre apagaba la lámpara de un soplido y regresaba a su dormitorio. Oyó soplar el viento entre los árboles y lo sintió frío colarse por la mosquitera. Se quedó un largo rato con la cara en el almohadón, y al cabo, se le olvidó pensar en Prudence y al final se durmió. Cuando se despertó en plena noche oyó el viento en los abetos y las olas del lago llegando a la orilla, y se volvió a dormir. Por la mañana el viento era vendaval y las olas eran altas en la costa, y estuvo mucho rato despierto antes de acordarse de que le habían roto el corazón. "

jueves, 14 de mayo de 2015

Como en el muro de Berlín

Hemos retrocedido en el tiempo. Berlín 1965. Hace frío. No aguanto un minuto más. Me voy, le dice Geert a Sarah. ¿Dónde? A cruzar la frontera, no puedo más. Estamos en el hoyo mientras ellos montan festines y banquetes. Quiero conocer mundo, ver el Berlín oeste. Peor no podemos estar. Ahí, al otro lado del muro, están los americanos con su "american dream". Sarah, yo también quiero soñar. Qué palabra más bonita. ¿Acaso no deberíamos poder soñar todos?

Creo que me he roto el dedo pequeño del pie. Qué agobio. Como no pasen rápido voy a morir asfixiado. Hace mucho calor. Nunca hubiera imaginado que un hombre cabría en el motor de un coche. En efecto, estoy escondido en el motor de un escarabajo. Qué locura. Y todo por el puto talón de acero. Manda huevos.

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Mi nombre es Adou. Vivo con mis tíos en Costa de Marfil y desde hace años sufro paludismo. Y todo por un mosquito infectado que decidió hacer de mi vida algo peor. Pero soy suficientemente fuerte como para no darme por vencido.

Y es que mañana inicio mi travesía hasta Ceuta. Dos meses andando. Ahí me esperan mis padres para pasarme a España. Dice papá que de eso ya se encarga él, que me pondrá en una maleta y seguro que cuela. No lo tengo claro. Pero hay que probarlo.


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Dos historias parecidas. La de arriba, inventada pero cierta en el contexto. La de abajo, verdad. Y es que la imagen que ha dado la vuelta al mundo de un niño encerrado en una maleta y pasando por el arco de seguridad de la frontera de Ceuta pone la piel de gallina. Recuerda a los métodos que utilizaban en Checkpoint Charlie en la época del muro de Berlín, donde la gente intentaba cruzar del Berlín soviético al americano en busca de una vida mejor.

Y sí, esto está pasando aquí al lado y nosotros como si nada.