martes, 4 de noviembre de 2014

El erróneo diagnóstico de la corrupción

Desde que estalló la crisis las noticias de corrupción forman parte de la información común de cualquier medio de comunicación. Y es que es cuando la gente lo pasa mal cuando pide más transparencia política y salen a luz corruptelas varias. El pueblo quiere sangre, y chupa como un vampiro.

En la última semana con el descubrimiento de la llamada "Operación Púnica", se ha hablado en todas las tertulias y prensa sobre como acabar con esta enorme lacra que ya empieza a molestar a aquellos que intentamos ser honestos.

Los partidos políticos, con nuevos líderes, se empiezan a dar cuenta que las cosas no pueden seguir igual y intentan presentar a la ciudadanía programas de medidas anticorrupción. No sé si realmente se lo creen mucho, pero en cualquier caso se agradece la intención.

Hablan de echar a todos aquellos que estén imputados, que hayan estafado al fisco o hayan cometido irregularidades. Y buscan aplicar otras medidas anticorrupción como es hacer públicas las cuentas de su partido. Pero aún así, siguen rompiéndose la cabeza intentando demostrar a la gente que están haciendo medidas reformistas al respeto.

Sin ser politólogo ni especialista en el tema, me pregunto desde casa si estarán haciendo el diagnóstico acertado. Creo sinceramente que todas estas medidas no sirven de nada a largo plazo. El español, por lo general, lleva la corrupción en el ADN y quienes no cometen irregularidades, es porque no pueden.
Pagar unas obras en negro, no pagar el IVA cuando vas a comprar algo o intentar colar por la empresa gastos personales forma parte de la normalidad de este país. En los países del norte, esto no ocurre. Curiosamente, estos son los mismos que tienen la mejor nota en el informe PISA sobre educación y un mayor nivel cultural.

No sé si me siguen, pero creo que el problema es estructural. La solución pasa por cambiar las cosas desde lo más básico, la educación. Enseñar que compartir es vivir o que no todo vale, cambia muchas cosas. Se trata de una cuestión de principios y es fundamental que estos sean buenos para garantizar una buena convivencia.
Si se consiguen cambiar estos valores y principios de la sociedad, no será necesario tener que perseguir a los corruptos. Porque la gente ni se cuestionará estafar.

Mientras este cambio no se lleve a cabo, me parece de una enorme hipocresía no sólo por parte de los políticos sino de la gente en general, que hablemos de como acabar con los corruptos. Y es que quizá el problema lo tenemos con nosotros mismos.

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