lunes, 26 de agosto de 2013

Cuidar el papel

En los últimos años, leer un libro de Dan Brown en un ebook o dejar de leer la prensa de papel para leer la prensa digital, se ha convertido ya en algo de lo más normal entre muchos de nosotros. Lo digital es nuevo y nos gusta. Sin embargo, el papel tiene un sabor romántico que cuesta de olvidar. Así pues, debemos cuidarlo.

Es verdad que lo digital nos ha quitado peso de encima, nos ha permitido evitar las gafas de cerca (puedes ampliar todo lo que quieras) y ha hecho que podamos destacar una frase, página o noticia publicándola en nuestro muro de Facebook cuantas veces lo queramos. Pero hay cosas insustituibles, véase por ejemplo, el poder pasar la página con tu propia mano o el olor de las páginas de los libros viejos.

Un gran defensor de los libros fue Ray Bradbury. Conocido especialmente por Crónicas Marcianas, este hombre se le debe también el querer defender la literatura de papel por encima de todo, pues para él, sólo existían dos tipos de libros: los libros nuevos y los viejos. Cuentan que un día Yahoo fue a visitarlo para pedirle si podían publican sus libros en la red. Bradbury los echó a patadas. Les dijo sólo una cosa: de libros sólo hay de dos tipos, los libros nuevos que cuando los abres hacen olor a papel y esta olor es muy buena y, los libros viejos que cuando los abres hacen olor a papel y esta olor aún es mejor. 

Quizá resulta una exageración, pero el papel se debe de cuidar. Y mucho. Un ejemplo muy bueno, aunque aplicado a otro campo y con un gran corte humorístico que demuestra muy bien lo que puede llegar a ocurrir, es un anuncio de una marca de papel de baño. Se trata un anuncio de la televisión francesa donde, muy irónicamente, te cuenta como no podemos usar el ipad para todo. Véase el vídeo.

http://m.youtube.com/watch?v=ksO35s3Bffc


martes, 13 de agosto de 2013

El gentilhombre europeo

Es evidente que hoy en día aspirar a ser un hombre universal, entendiendo por esta palabra a lo que entendían los renacentistas como un hombre con amplios conocimientos sobre distintos campos, es absolutamente una utopía. Más que nada porque existe, ahora, tanta información sobre tantas cosas que resulta imposible para nuestro cerebro asimilar tal cantidad de inputs. Pero... ¿a qué viene toda esta reflexión?

Hará unas dos semanas que terminé de leer un libro del conocido aristócrata José Luis de Vilallonga titulado "El gentilhombre europeo". En este, el galante escritor recoge su pequeña biografía de infancia en una novela de unas 300 páginas. Es interesante el asunto, porque pese que todos conocemos que este señor era un poco soberbio, es innegable que su historia resulta atractiva de leer. Además cuesta tacharlo de no escribir bien, pues Vilallonga te engancha fácilmente de manera que, dejar su libro resultará difícil hasta que no llegues a la última página.

Ambientado sobre todo en la España de los años 20, te hablará desde las visitas de Miguel Primo de Rivera (cuando aún era capitán general) en su palacio familiar de Barcelona, hasta la proclamación de la segunda república, pasando por la dictadura del mismo Primo de Rivera y lo progresista, aunque no lo quisiera aceptar así la aristocracia, que era Alfonso XIII que frecuentemente le llamaban "El Señorito".

Además te hablará sobre como fue su educación. Con clases particulares diarias y la influencia imponente de su abuela, tratará de explicarte como intentaron hacer de él lo que en Inglaterra llaman un gentleman, pues si lo trasladamos al español y a nivel europeo, podríamos llamarlo "un gentilhombre europeo".

Es una buena reflexión, porque posiblemente ser un gentleman hoy en día resulta lo más cerca al hombre universal renacentista de aquél entonces pero adaptado a los tiempos actuales. Entendemos por gentilhombre al apelativo que se puede imponer a alguien capaz de ser un caballero en TODOS los ámbitos, incluyendo por supuesto, en la materia intelectual. De hecho, se trata de eso sobre todo, de ser un buen intelectual. 

Así que tomemos nota, aspirar a ser esto será, seguro, un buen propósito para la vida.