lunes, 29 de abril de 2013

La indignación


Llamamos indignación, del latín indignatĭo, al enojo o enfado vehemente contra una persona o contra sus acciones. En otros términos, es esa sensación que uno padece ante una situación impresentable, infumable, incomprensible o como le quieran llamar de impotencia a la hora de poder luchar contra una realidad. Es lo que le hace a uno irritarse contra una serie de cosas o personas.

Decía Aristóteles sobre la indignación:

"La justa indignación, es el medio entre la envidia, que se desconsuela al ver la felicidad ajena, y la alegría malévola, que se regocija con los males de otro. Ambos son sentimientos reprensibles, y sólo el hombre que se indigna con razón debe merecer nuestra alabanza. La justa indignación es el dolor que se experimenta al ver la fortuna de alguno que no la merece; y el corazón que se indigna justamente es el que siente las penas de este género. Recíprocamente se indigna también al ver sufrir a alguno una desgracia no merecida. He aquí lo que es la justa indignación y la situación del que se indigna justamente."

Es pues, lo que Aristóteles llama "la justa indignación", aquello que te que hace pensar, muy legítimamente, que uno no debería ocupar el cargo en el que está, que otro no merece la vida que lleva y que muchos no han tenido las mismas oportunidades que otros. Es distinto y así lo distingue, indignación a envidia. Porque mientras la primera, propia del hombre que se indigna con razón, "debe merecer nuestra alabanza", la segunda no merece ni las mínimas palabras.

Es por lo tanto, lo que unos verían como el paradigma perfecto de la común afirmación "la vida no es justa". Y es verdad, no siempre es justa. Sin embargo, la cosa es más difícil de lo que parece porque aquí entraríamos en un debate moral sobre que es justo y que injusto, y creo que no vale la pena. Los filósofos se han pasado años y años discutiendo sobre el tema y por lo que sé, aun no existe consenso alguno.

Debemos compartir algo que muchos padecemos frecuentemente (me incluyo yo mismo) y más en época de crisis, al ver que las cosas no son como deberían ser. Vemos que hay gente que no aprovecha las oportunidades o que hay gente que vive a costa de los otros. Sin embargo, aunque debemos indignarnos, hay también que actuar por nosotros mismos. Hay que intentar sacar nuestro máximo partido, porque al final, por muy final que sea, uno recoge lo que siembra.



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